Bien es cierto que los toristas somos gente intransigente y poco dada a la cesión estética, lo reconozco, pero lo es más que no tenemos un pelo de tontos, y como tal, cualquiera de nosotros les reconocerá que hoy nadie torea como Morante. Y no hay más, esto es “asín”. El de la Puebla tiene un don, un perfume y un hechizo que hasta al mismo burel pasman. Y si como el otro día en Dax (Francia, sálvanos) el cornúpeta es un victorino y se llama Matemáticas para nosotros es como ingresar en el nirvana por el portón del Cossío. Matemáticas y Morante. Solamente el enunciado nos traslada a los tiempos de Belmonte, Lagartijo, de los torazos de Concha y Sierra o los toricos de Carriquiri. Matemáticas consumó un tercio de varas bravísimo, sacando en uno de los lances al caballo hasta los medios. Pero la cosa no quedó ahí, fue a más, en banderillas mandó a la enfermería al Lili y a Paco Peña, subalternos del maestro. Y para entonces hacía rato que nosotros los toristas ya nos maliciábamos, recuerden lo del pelo, que José Antonio optaría por volver cuanto antes al habano del callejón y dejar las cárdenas fatiguitas del albero. FAIL. Trastea y calibra Morante. “Esto no es un parladé, hay que probar. Dejadle a ver” digo con media sonrisa mientras el albaserrada embiste a lánguidos trapazos. Pero Morante se para. Lo cita. El público anima. Y ahí que se viene el prodigio. Son cuatro lances, sí, cuatro derechazos en que el Victorino hace el avión y la muleta el piloto. Cuatro que valen por cien. O por mil. Comunión arcana, Matemáticas de alumno y Morante de profesor. Un artista y su alimaña despejando la ecuación de la tauromaquia.
(Tienen el video en Toroprensa. Yo lo acabo de ver.)