La “Fábula de los Trogloditas” nos es narrada por Montesquieu en sus “Cartas Persas”. En una ignota región de Arabia, Usbek el persa descubre al pueblo de los trogloditas. Eran feos y despiadados y no conocían la equidad ni la justicia. Gobernábales un monarca extranjero que al intentar corregir el carácter de su pueblo fue brutalmente asesinado. Una vez eliminada la monarquía, los trogloditas eligieron a una especie de gobierno aristocrático al que al poco degollaron. Tras esto, unánimemente determinan vivir en anarquía. “No obedecer a nadie y no cuidar cada uno más que de sus propios intereses sin preocuparse de los ajenos”. El caos y la inseguridad se adueñan de la tribu, los comportamientos son atroces, y tras dos brutales epidemias quedan terriblemente diezmados por no querer pagar a médicos forasteros, quedando solo una pareja de hombres buenos y sus familias, que vivían retirados de sus paisanos. Adelantándose a Darwin, Montesquieu nos cuenta como los hombres buenos, tuvieron hijos buenos, que a su vez engendraron nietos buenos y así en unas cuantas generaciones la vieja tribu de rufianes se había convertido en una tribu de hombres virtuosos.
En este estado de cosas, con la humanidad y la justicia guiando a los trogloditas, floreció un pueblo pleno de felicidad, de bienestar y de virtud. Tanto esplendor destacó fuera de sus fronteras, y pronto atrajo la codicia de enemigos exteriores, pero el pueblo Troglodita se defendió con gran coraje sosteniendo la causa común, todos estaban dispuestos a morir por defender su forma de vida. Sigue leyendo